INVISIBLES

por JAVIER SACO


Están ahí, pero nadie los ve.

No hablan, pero saben escuchar.


No sonríen porque no encuentran motivos, tampoco se quejan. No suponen un problema para nadie. 

En definitiva, no importan, porque son INVISIBLES.

Lo son porque han decidido permanecer en el anonimato, escondidos, callados.

Y sin embargo, cuando dicen lo que piensan, deslumbran. Cuando se expresan y nos transmiten sus inquietudes, nos abren los ojos. 


Y de este modo, identifican un poema de Bukowski viendo una película, diseñan una web con obras de arte desconocidas para la mayoría, encuentran en el arte y la ciencia estímulos que les interesan y en los que quieren profundizar. 

Escriben poemas, dibujan, reflexionan… La mayoría son inmensamente humanos e inteligentes. Puedo dar fe de todo ello, lo descubrí casi por casualidad. De repente, lo invisible dejó de serlo. Y fue maravilloso.

Pero esta luz resplandeciente también se apaga rápido. 

La sociedad no valora esta clase de talento, su expediente académico apenas lo tendrá en cuenta, las redes sociales no dejarán constancia alguna, los invisibles seguirán pasando desapercibidos.


Procuran hacen valer su inteligencia y aprenden a vivir con ello. Han decidido asumir su anonimato. Con el tiempo, han aprendido que hay personas que no los van a tolerar, seguramente porque les harían sombra. 

Los que mueven los hilos van a menospreciar su talento y rápidamente los etiquetarán como raros, frikis o quizá algo peor. Hay que defender la popularidad a toda costa, tal vez para ocultar otras carencias. Estas personas son implacables, pero su actitud es mediocre.

Me pregunto si la revolución educativa y social que necesitamos puede empezar por aquí, por hacer visible el talento invisible y darle el valor que merece. 

Y también por conseguir que los líderes tóxicos entiendan que serán aún mejores y tendrán más reconocimiento social si respetan y valoran el talento de los demás.

Tal vez esta revolución necesaria pase por defender la parte más humana, creativa y generosa de las personas ante toda la epidemia de apariencia, postureo y mediocridad que nos asola, aunque todo hace indicar que vamos en la dirección contraria.

Al menos, nos quedará el consuelo de saber que existen, que los invisibles siguen estando ahí. No es fácil encontrarlos, pero vale la pena intentarlo, os lo aseguro.


Y cuando los encontréis, dadles valor y procurad que se valoren a sí mismos.

Porque es gente que vale mucho la pena. 


¿Acaso no lo veis?